Rey Sánchez descubrió la placentera afición por los automóviles clásicos en el garaje de su casa en Hialeah, donde su padre, también llamado Rey, los ensamblaba todos de nuevo y les imprimía el esplendor que antaño habían lucido. El padre, a su vez, había aprendido el amor por esos automóviles en la Cuba de su niñez.
Con sus primeros ahorros, Rey hijo, entonces veinteañero, compró un Chevrolet Camaro de 1970 a un piloto retirado de Eastern Airlines. Luego adquirió un Chevy 150 de 1957. Poco después, un Mustang GT de 1965, y pronto otro Mustang Mach 1 de 1957. La lista de nuevas adquisiciones continuó alargándose hasta culminar con un Volvo 1800 de 1967, que el domingo sacó a exhibición, acompañado de su padre, en el parque estatal histórico Barnacle, en Coconut Grove.
“Esta es mi terapia”, dijo Sánchez, cubanoamericano de 44 años y padre de dos hijos. “No tenemos mucho tiempo por las cosas de la vida y así es como yo gano tiempo a la vida”
Tres generaciones de los Sánchez y muchas otras familias como ellos celebraron en unidad y armonía el Día de los Padres rodeados por lo que más les gusta: los automóviles clásicos. Y en el caso suyo, también fumando puros. Por eso el evento anual Cars & Cigars resultó magnífico para reunir a la familia y los amigos, con la Bahía de Biscayne como telón de fondo.
Con su brillante cromo y exageradas aletas posteriores, los modelos clásicos son dignos de admiración cuando se mantienen en impecable estado. Los aficionados a estos vehículos que el tiempo ha perdonado pueden pasar horas mirándolos, hablando con sus propietarios y, por qué no, soñando con tenerlos.
La exposición remite al pasado, al recuerdo de épocas más felices en las que los automóviles representaban una continuidad de la persona y eran de mejor calidad en la fabricación y el terminado, afirman los aficionados. También los hacían más simples y por eso duraban más, explicó Oscar Leal, cubano de 61 años, coleccionista, mecánico y dueño de un taller en Doral.
Pero el hobby, subrayó, es también afanoso y muy costoso. Dar nueva vida a su Mustang de 1967 color “limón dorado” fue un proceso de 4 años y miles de dólares en inversión, aunque el automóvil le fue obsequiado en muy malas condiciones.
“Tuve que dejarlo en cuero (desnudo) en la lata y empezar a montar diferentes partes que fui comprando, el guardafango, las defensas, el capó”, recuerda. Solo le faltaba la última capa de pintura cuando el huracán Wilma causó estragos en el sur de la Florida y el techo de su garaje se derrumbó sobre el Mustang. Le tocó empezar de cero nuevamente.
“Tener estos carros requiere mucho mantenimiento y hay que dedicarles mucho tiempo, como cuando tienes una casa vieja”, dijo.
Leal era dueño anteriormente de un Thunderbird Sports Roadster 1963, un modelo de convertible del que, según él, solo se fabricaron 240 ejemplares. A la pizarra le faltaba un pedacito de metal que no podía conseguir, así que terminó comprando otro modelo similar de la misma marca por $550 solo para obtener la pieza y vendió el resto del automóvil por $300.
Como él, cada coleccionista guarda historias de hazañas personales que sólo otro coleccionista puede comprender debidamente. Pero igual para quienes poco saben de estos vehículos, fue grato el domingo escucharlos y llevar a sus hijos pequeños a conocer futuras piezas de museo mientras celebraban el Día de los Padres con el honor que merecen.
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